Mtra. María del Carmen
Rodríguez Servín
Los
acontecimientos acaecidos en fechas recientes en el mundo y en especial en
nuestro país, nos conllevan necesariamente a realizar una acuciosa reflexión en
torno a paradigmas históricos como son entre otros, la justicia, la democracia,
la libertad. Valores que la Historia Universal ha sostenido como preponderantes
para la coexistencia entre los individuos y de los que el Derecho se ha
proclamado como defensor y guardián de su cumplimiento.
Sin duda alguna,
todos y cada uno de ellos están íntimamente vinculados, pues la existencia de
uno, presupone la de los otros. Sin estar en posibilidad por la amplitud y
profundidad del estudio a fondo de estos valores, hagamos una sencilla
reflexión al respecto.
Nuestro país, como
es hecho evidente y conocido, se encuentra en el proceso de elegir nuevos
servidores públicos, es decir, presidente, diputados, senadores, presidentes
municipales. Proceso electoral que requiere indudablemente del ejercicio
democrático del voto por parte de los ciudadanos, siendo de acuerdo a la
lógica, exigencia indispensable por parte del elector, el análisis reflexivo de
las propuestas de los que pretenden dirigir los destinos de nuestro país.
La democracia debe
estar presente en esa elección de dirigentes, es decir en otras palabras, la
decisión deberá estar en manos del pueblo. ¿Pero qué ocurre cuando ese pueblo
que elige no se encuentra debidamente informado, capacitado, preparado cultural
y psicológicamente?
En teoría esas
debilidades deben subsanarse con la información de los partidos, de sus
dirigentes, de la instalación de foros, documentándose las propuestas de cada
aspirante a un cargo, ubicando algunos de esos foros en las universidades, en
donde se preparan los futuros profesionales de un país que son la esperanza del
cambio cultural. Asimismo, deben organizarse en diversos medios de
comunicación, debates en los que se expongan las propuestas de cada partido con
objetividad, con argumentos sólidos, cuidando que en estas actividades
predomine el diálogo. Diálogo que requiere de que las propuestas sean valoradas
por quienes participen, bajo esquemas de responsabilidad.
Hoy, esa necesaria
argumentación prácticamente no existe, cuando al presentarse una propuesta o
intentar presentarla, quienes acuden a realizarla desde su inicio son
descalificados con agresiones, burlas y diversas manifestaciones de rechazo,
que según algunos se justifican como expresiones de libertad y democracia ya
que sostienen, que es mejor que esas manifestaciones de intolerancia estén
presentes, a la no participación de quienes acuden sobre todo tratándose de
jóvenes.
¿Pero cuál es la
línea, la tenue línea entre la democracia y la anarquía? ¿Entre el entusiasmo y
la intolerancia?. Hoy tristemente se ha perdido en aras de un ejercicio
“democrático” el respeto a las instituciones, al derecho de expresión de las
“minorías”, pues una propuesta para ser respetada, debe ir “avalada” por
grandes grupos sin importar cuál es el fondo, la viabilidad, la solidez o
fundamento de lo exigido.
Es importante
rescatar el que cualquier individuo puede expresarse, situación que va
vinculada con algo tan importante como lo es el respeto a los derechos humanos.
Los pueblos,
principalmente los jóvenes, deben entender que el derecho de cada individuo
termina donde inicia el derecho de otro y que la democracia debe ser acompañada
con formas de expresión como son el debate, el diálogo y la argumentación y que
debe realizarse sin descalificaciones o violencia, que el derecho del otro a
disentir existe y que tener opciones diferentes enriquece, que la intolerancia
sólo genera intolerancia, confrontación, enconos, que aunque sean impuestos por
la mayoría sin escuchar a las minorías, dará origen a la larga a dictaduras
irracionales.
En este sentido
los futuros dirigentes deben dar muestra de este ejercicio de verdadera
democracia, eliminando las descalificaciones, burlas y enconos que únicamente
desvían al electorado o a quien eligen de lo que todos, incluso ellos mismos
buscan, que es el alcanzar una mejor forma de convivencia.
Nuestro país, como
muchos otros, requiere de una real revaloración y conocimiento de lo que
implica la democracia y los derechos humanos para no traspasar el delicado
límite entre la libertad y la violencia.
Sembremos en las
generaciones la semilla de esos valores que se encuentran fuera de “moda”, que
finalmente serán los que permitan se cumpla con una “moda” que es el respeto a
los derechos humanos.
Concluiríamos
preguntando:
¿Cabe el odio y la
violencia en la democracia?
Todavía falta
mucho para alcanzar la utopía de la democracia.
Como regla general, no procede la revisión en amparo
directo, pero existen excepciones:
No hay comentarios:
Publicar un comentario