GACETA JURIDICA UVM SAN ANGEL

martes, 29 de mayo de 2012

¿DEMOCRACIA O VIOLENCIA?


Mtra. María del Carmen
Rodríguez Servín

Los acontecimientos acaecidos en fechas recientes en el mundo y en especial en nuestro país, nos conllevan necesariamente a realizar una acuciosa reflexión en torno a paradigmas históricos como son entre otros, la justicia, la democracia, la libertad. Valores que la Historia Universal ha sostenido como preponderantes para la coexistencia entre los individuos y de los que el Derecho se ha proclamado como defensor y guardián de su cumplimiento.

Sin duda alguna, todos y cada uno de ellos están íntimamente vinculados, pues la existencia de uno, presupone la de los otros. Sin estar en posibilidad por la amplitud y profundidad del estudio a fondo de estos valores, hagamos una sencilla reflexión al respecto.

Nuestro país, como es hecho evidente y conocido, se encuentra en el proceso de elegir nuevos servidores públicos, es decir, presidente, diputados, senadores, presidentes municipales. Proceso electoral que requiere indudablemente del ejercicio democrático del voto por parte de los ciudadanos, siendo de acuerdo a la lógica, exigencia indispensable por parte del elector, el análisis reflexivo de las propuestas de los que pretenden dirigir los destinos de nuestro país.

La democracia debe estar presente en esa elección de dirigentes, es decir en otras palabras, la decisión deberá estar en manos del pueblo. ¿Pero qué ocurre cuando ese pueblo que elige no se encuentra debidamente informado, capacitado, preparado cultural y psicológicamente?

En teoría esas debilidades deben subsanarse con la información de los partidos, de sus dirigentes, de la instalación de foros, documentándose las propuestas de cada aspirante a un cargo, ubicando algunos de esos foros en las universidades, en donde se preparan los futuros profesionales de un país que son la esperanza del cambio cultural. Asimismo, deben organizarse en diversos medios de comunicación, debates en los que se expongan las propuestas de cada partido con objetividad, con argumentos sólidos, cuidando que en estas actividades predomine el diálogo. Diálogo que requiere de que las propuestas sean valoradas por quienes participen, bajo esquemas de responsabilidad.


Hoy, esa necesaria argumentación prácticamente no existe, cuando al presentarse una propuesta o intentar presentarla, quienes acuden a realizarla desde su inicio son descalificados con agresiones, burlas y diversas manifestaciones de rechazo, que según algunos se justifican como expresiones de libertad y democracia ya que sostienen, que es mejor que esas manifestaciones de intolerancia estén presentes, a la no participación de quienes acuden sobre todo tratándose de jóvenes.

¿Pero cuál es la línea, la tenue línea entre la democracia y la anarquía? ¿Entre el entusiasmo y la intolerancia?. Hoy tristemente se ha perdido en aras de un ejercicio “democrático” el respeto a las instituciones, al derecho de expresión de las “minorías”, pues una propuesta para ser respetada, debe ir “avalada” por grandes grupos sin importar cuál es el fondo, la viabilidad, la solidez o fundamento de lo exigido.

Es importante rescatar el que cualquier individuo puede expresarse, situación que va vinculada con algo tan importante como lo es el respeto a los derechos humanos.
Los pueblos, principalmente los jóvenes, deben entender que el derecho de cada individuo termina donde inicia el derecho de otro y que la democracia debe ser acompañada con formas de expresión como son el debate, el diálogo y la argumentación y que debe realizarse sin descalificaciones o violencia, que el derecho del otro a disentir existe y que tener opciones diferentes enriquece, que la intolerancia sólo genera intolerancia, confrontación, enconos, que aunque sean impuestos por la mayoría sin escuchar a las minorías, dará origen a la larga a dictaduras irracionales.

En este sentido los futuros dirigentes deben dar muestra de este ejercicio de verdadera democracia, eliminando las descalificaciones, burlas y enconos que únicamente desvían al electorado o a quien eligen de lo que todos, incluso ellos mismos buscan, que es el alcanzar una mejor forma de convivencia.

Nuestro país, como muchos otros, requiere de una real revaloración y conocimiento de lo que implica la democracia y los derechos humanos para no traspasar el delicado límite entre la libertad y la violencia.

Sembremos en las generaciones la semilla de esos valores que se encuentran fuera de “moda”, que finalmente serán los que permitan se cumpla con una “moda” que es el respeto a los derechos humanos.

Concluiríamos preguntando:

¿Cabe el odio y la violencia en la democracia?

Todavía falta mucho para alcanzar la utopía de la democracia.
Como regla general, no procede la revisión en amparo directo, pero existen excepciones:

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