GACETA JURIDICA UVM SAN ANGEL

lunes, 28 de febrero de 2011

LA SUPERACIÓN ES PERSONAL

Por Rodrigo M. Vilchis
Les voy a contar la historia de una señora que nos ayudaba al aseo de la oficina.
Nació en la sierra de Oaxaca, en una ranchería. En la actualidad para llegar al lugar en donde ella habitó de niña hay que llegar a la ciudad de Oaxaca, de ahí cuatro horas más hacia la sierra (antes de estar pavimentado se hacían seis) y de ese pueblo hay que caminar otras seis horas hasta la ranchería. (Si quieres llegar donde los plátanos machos miden casi 50 cms, tienes que caminar “rápido” otras seis horas).
Huérfana de padre, quien había aprendido a trabajar la siembra y cosecha de café, maíz y frijol, colaboró en el oficio con viuda madre, sus hermanos y hermanas. En ese entonces y por esos rumbos, cuando las niñas tienen alrededor de los trece años, sus familiares se ponían de acuerdo con otras personas de su comunidad y les ordenaban casarse. Una de sus hermanas se casó en estas circunstancias. Ya a los quince años la niña andaba cargando un chamaco y ayudando en lo cafetales de sus suegros.
La costumbre social ordenaba que la mujer pasara directamente a la familia política. Las buenas costumbres inculcadas por su madre no permitían la crítica. Más aún, desde el día del matrimonio los suegros pasaban a ser papá y mamá. Pero ella se dio cuenta cómo su hermana trabajaba cargando un niño y una ocasión escuchó decir que sus familiares no le daban dinero y andaba descalza. (Al menos yo tenía sandalia de hule, dice).
Cuando ella tenía catorce años llegaron unas personas a la casa y su mamá la llamó para que aceptara casarse. Par sorpresas de todos ella se negó rotundamente y sus familiares se molestaron con ella. Le hicieron reflexionar en el desaire que había dado a las personas y hasta le culparon supersticiosamente del mal que su desprecio le traería a su familia. Por este hecho sus hermanos le amenazaron: “Como no se quiere casar, ahora va trabajar como hombre, va cosechar con machete, va a cargar bultos, va a lavar el grano y lo va a ir a vender”. Y así lo hizo. Además trabajó en la producción de pinole hasta que un día les propuso ir a Oaxaca a aprender español para poder comunicarse mejor con las personas que compraban el grano. Y así lo hizo, logró ir a Oaxaca en compañía de algunas compañeras que tenía en la escuela rural y de ahí se fue a México.
Han pasado más de cuarenta años en los que la gente se ha sorprendido cómo una mujer que ni siquiera hablaba español y sin haber vista una plancha, tenía la capacidad de aprender con una sola lección y trabajar de modo tan tenaz y eficiente. “Para mi era muy fácil pasar el trapeador o barrer, comparado con la dura vida del campo”
No sé qué piensen pero a mí me aleccionó mucho su ejemplo. Por un lado los que nos quejamos de no tener dinero creo que no tenemos ni idea de lo que hablamos. Además me ha quedado claro que a veces las circunstancias que nos envuelven pueden influir en nosotros pero este caso ejemplifica muy bien que todos contamos con la libertad de elegir el tipo de vida que queremos y que por muy poco letrados que seamos, tendremos algunas ideas brillantes que nos hagan prosperar.
Han pasado los años y ahora es abuela. A raíz de su actual estrado de salud, por fin se ha retirado a descansar, cuidar su casa y su jardín.

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